domingo, 28 de octubre de 2007

Recomendación gratuita

Hablando el otro día de los vivos murientes mencioné a los clásicos muertos vivientes, los zombies, algo que me sirve para enlazar con algo muy recomendable que encontré el otro día.
Casi de rebote, pasando por uno de los blogs que suelo consultar, di con una historia sobre muertos vivientes la mar de interesante: Apocalipsis Zombie. Empecé a leer por curiosidad una entrada, luego otra... y cuando me di cuenta me lo estaba leyendo, ya no con curiosidad sino completamente enganchado. El que esté situado en España, desde una perspectiva más cercana a la nuestra, en nuestros días, suma un plus al interés por la historia, y el formato, a modo de diario en un blog, invita siempre a leer los nuevos sucesos de siguientes días.
No me gusta leer un libro o comic en el ordenador, pero con AZ he hecho la excepción, incluso sabiendo que en breve va a ser editado en formato libro (y que compraré seguramente). Todo amante de las historias de muertos vivientes debería echarle un ojo.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Los vivos murientes

Están por todas partes, y más cerca de lo que pensamos. Se puede escuchar como gruñen y caminan a paso lento y aparentemente perdido, pero saben lo que quieren, si te atrapan estás perdido, son altamente infecciosos y al poco rato serás uno de ellos…

Así son los vivos murientes. Y no, no es lo mismo que un muerto viviente, esos medio podridos que tienen una extraña fijación por comerte los sesos y que, eso sí, se lo toman con mucha calma. Será que no tienen demasiada prisa al no tener muchas preocupaciones, bueno, salvo la de comer sesos frescos. ¿De donde vendrá esa manía? Que se coman entre ellos, digo yo. Pero la cuestión que más me estremece, me hace pensar y tener pesadillas es… ¿cagan los muertos vivientes? Porque algo harán con los vivos que se comen…

Pero olvidémonos de los muertos vivientes esos, que el tema de hoy eran los Vivos Murientes.
¿Que qué carajo es un vivo muriente? Cualquiera puede serlo, están por todas partes, pero por lo general se les ve más por la mañana a primera hora. Gruñen, no hablan, como mucho producen unos sonidos inteligibles que solo ellos mismos entienden, y si no les captas a la primera, entonces gruñen. Hacen las cosas sin pensar, su cerebro aun no se activado, así que siguen sus impulsos más simples que están gravados a base de repetición: levantarse (el primer paso de todo vivo muriente, y el más difícil), lavabo, vestirse (proceso dificultoso para el cerebro aletargado, hay historias de vivos murientes con camisetas al revés, o bien sacar el brazo por la parte del cuello, y es solo la punta del iceberg), y coger las cosas necesarias para subsistir (cartera, móvil…). Hay quien añade al proceso, con la falsa esperanza, algún tipo de estimulante como el café; pero no nos engañemos, un vivo muriente no revive tan fácilmente: podrías prenderle juego en las bambas que seguiría moviéndose indiferente al mundo, como mucho soltaría un gruñido y seguiría avanzando hacia su destino.
Porque un vivo muriente sabe a donde va. No es consciente del viaje, ni se lo plantea, sólo lo hace. No piensa, no se plantea cosas, tan solo avanza y sigue el camino como todos los demás. Como los muertos vivientes, los vivos murientes se reconocen entre ellos y no se atacan, se esquivan siguiendo su instinto. Todos forman parte del constante fluir de entes de mente aletargada.

Pero no hay que pensar que un vivo muriente es un ser medio anulado que solo avanza. Hay que tener cuidado, porque algunos tienen mucho parecido con los muertos vivientes. No, no me refiero a la obsesión de comer sesos (aunque hay gente pa’ to’), pero sí a la hostilidad. Un vivo muriente suele pasar de todo, pero si le tocas las narices puede ser peligroso y reaccionar malamente. Por lo general, nos avisa a base de gruñidos.

Durante la mañana llega un momento en que el vivo muriente resucita, suele ser indeterminado y uno solo se da cuenta cuando ya ha dejado de serlo. Lógicamente, un vivo muriente no se enteraría de su estado, ni siquiera se lo plantearía. Cuando despierta vuelve a ser un vivo, a secas (aunque se le pueden añadir otros adjetivos, como “cretino”, “idiota”, o “tia buena”, en el caso de algunas). En ese momento ha olvidado que se levantó y caminó como un vivo muriente, y es que casi nadie suele ser consciente de que lo es. Lo recuerdan como un “sólo estaba un poco adormilado”. Pero yo sé la verdad, y ahora tú también. Los vivos murientes están por todas partes y sus bostezos y gruñidos se contagian fácilmente.

martes, 9 de octubre de 2007

Voy a crear mi propia religión

Estaba yo jugando con la PS2 el otro día, y entre blasfemia y blasfemia cuando me mataban se me ocurrió una cosa: ¿por qué al cagarme en dios todo el mundo cree que me cago en su dios? Vamos, ¡si será por dioses! Sin ir más lejos, los del olimpo (no muy lejos, porque el juego al que estaba jugando iba sobre espartanos, Ares y demás cosas griegas), pues no tenían dioses ni nada. En la antigua Grecia se lo montaban mejor, ¿para qué un dios pudiendo tener un montón? Y era como los equipos de fútbol, unos de Hermes, otros de Atenea, otros de Ares... y ale, a darse la del pulpo (¡cómo en el fútbol!). Y aunque la mitología cristiana tiene su miga, eso de que haya solo dos bandos lo hace algo soso, por muchos ejércitos de ángeles, arcángeles, requetángeles, demonios, etc., que tengan. Eso si, esas premisas han servido para inspirar un montón de películas, porque ¿cuantas historias de Moisés se han hecho ya? Que si Matrix, que si Star Wars, que si... bueno, cualquier historia con un elegido que con ayuda de un poder superior consigue liberar a un pueblo.

El caso es que mi dios, aquel en el que suelo cagarme, no es tú dios, ni el del vecino, ni el de nadie. Porque ya estoy cansado del egocentrismo religioso, el dios de los cristianos no es Dios, es Jehová o Yahvé (según como se traduzca), y mi Dios se llama... Yensuputamadre.

Es un dios muy fácil de adorar. Para tenerlo contento sólo hay que cagarse en él de vez en cuando, sobretodo cuando algo te saca de quicio. No sólo no es blasfemia, sino que no hacerlo es una herejía. Y no hay que ir a una iglesia o templo para adorarlo, cualquier sitio vale. Tu habitación jugando a la consola, la empresa donde trabajes, la calle cuando metes el pie en un charco, o en el bar viendo el fútbol.
Tampoco hay mandamientos que seguir, es un dios muy flexible y de hecho no hace nada, ni milagros, ni promete un paraíso, ni condenas, ni nada... la verdad es que es un dios algo inútil...

jueves, 4 de octubre de 2007

¡Quién dijo miedo!

El miedo está en nuestras vidas igual que lo están los impuestos o los granhermanos hablando de granhermanos. Ya de bien pequeños tenemos la figura de El Coco, que siempre va a venir y se te comerá... ¡ Y que manía tiene la gente con que los monstruitos comen niños! Si ya se vio en Monstruos S.A. que son majos y adorables. O Barrio Sesamo nos demostró que Coco no sólo era un buen tío, sino que hasta se aprende con él. Claro que eso tiene sentido, porque un niño eso de aprender cosas no lo lleva bien, ¡claro que había que temerle al Coco!

Bueno, a lo que iba. El otro día caminando por la calle, pensando en mis cosas, llegué a una profunda conclusión: el valor solo existe para los que tienen miedo. No existen valientes sin miedo. La valentía es enfrentarse, con un par (de lo que sea), a algo temido. Hay que reunir mucho valor para sostener a una araña peluda si se tiene aracnofobia, pero si el bicho te trae sin cuidado no es necesaria la valentía para ese mismo acto. El aracnofobico sería un valiente, el otro sería un tío que se aburre mucho y le da por jugar con arañas.
¿Y por qué todo el mundo siente repelús por las arañas? Pobres bichos, tan odiadas... pero eso sí, luego todo el mundo a ver Spiderman al cine... ¡hipócritas!

Lo dicho, si no hay miedo no hay valentía, y tampoco cobardía. Si no hay miedo la cobardía se transforma en simple y llana perrería, aunque hay muchos cobardes que nos quieren colar su cobardía por vagancia.
Hablando de cobardes me he acordado de dos cuentos o anécdotas que me dijeron cuando era pequeño. La primera era sobre alguien que pasaba de arriesgarse con algo peligroso, usando su prudente cobardía conseguía eludir finalmente un peligro y era el único del grupo que sobrevivía. En la segunda un grupo tenía que saltar un río para huir de unos perseguidores, el cobarde del grupo no se atrevió a saltar, así que lo alcanzaron los malos y se lo cargaron. Las moralejas son fáciles: ser cobarde a veces es bueno, y ser cobarde a veces es malo...
No he encontrado nada más contradictorio desde que en el colegio dieron al mismo tiempo que el hombre venía de la evolución y que el hombre venía del barro (pregunté a la profesora que cómo podía ser eso y, lógicamente, no supo que contestarme... es decir, pasó de mí).